ALFONSO CARRASCO VINTIMILLA: SUS APORTES A LA CRÍTICA LITERARIA EN EL ECUADOR
- cecilia.suarez@ucuenca
- 10 nov 2018
- 19 Min. de lectura
Actualizado: 18 nov 2018
Cecilia Suárez Moreno
Preludio
Con frecuencia se ha afirmado que la crítica literaria desarrollada por Alfonso Carrasco Vintimilla (Cuenca, Ecuador, 1943-1987) se inscribe en los cauces de la estilística y el estructuralismo; siendo parcialmente verdadera, esta afirmación es insuficiente para definir la rica producción de Carrasco, que demanda un análisis mayor de su ejercicio crítico concreto y completo, tanto como de sus adhesiones y desarrollos teórico-metodológicos que se entretejen con aquellos, a la manera de un gran tapiz de cientos o miles de nudos. Esta dimensión de su quehacer crítico aún no ha sido estudiada, por lo que es urgente iniciar de inmediato su investigación, si queremos comprender mejor el desarrollo de la crítica literaria en el Ecuador.
Estudioso disciplinado y extraordinario lector, conocía y reconocía todo lo que pudiera contribuir a precisar el estado, la naturaleza, las funciones de la crítica literaria y el ejercicio del criterio. Probablemente, fue el crítico ecuatoriano de su época que mejor y mayor conocimiento tuvo del estado del arte de la disciplina que practicó lo que fortaleció su intuición y su juicio, con lo que enriqueció la catedra universitaria.
¿Cuál es, entonces, el aporte de Carrasco a la crítica literaria en el Ecuador que, en los años que desarrolló su labor, padecía la hegemonía de la crítica impresionista, experimentaba unos incipientes alardes cientificistas y lamentaba la débil presencia de la crítica histórico-sociológica? Intentaremos iniciar esta reflexión con un análisis de los trabajos críticos de Alfonso Carrasco reunidos, por primera vez, en forma de libro, con el poético nombre de El único puente posible.
La conciencia del crítico y su ejercicio del criterio se desarrollan como la expresión de una iluminación mística y se expresa verbalmente cuando reflexiona sobre la naturaleza de la crítica literaria como poseedora de una doble dimensión inseparable: creación y ciencia. (Carrasco: 2008, 92)
A lo largo de toda la obra crítica de Carrasco, cuando menos de aquella que se ha podido rescatar de la “locura” y el descuido, pese al permanente esfuerzo de su familia y amigos, encontramos esa dimensión poco analizada de su contribución; afortunadamente, desde ahora ya podremos estudiarla a partir de los materiales que reúne la primera edición de su obra incompleta.
La mayoría de trabajos de Carrasco se estructuran en tres partes perfectamente ensambladas; en primer lugar, una suerte de preludio; luego advertimos la existencia de una columna vertebral, que desarrolla el análisis textual, y, malamente, una especie de coda; preferentemente, en la primera y la última, el autor desarrolla temas teóricos y metodológicos. En esta “arquitectura de contenidos” se evidencian cuando menos dos cuestiones fundamentales:
a) un conocimiento profundo y preciso del debate que ocupa a la crítica y la teoría literarias de su época, principalmente de lo más destacado de la producción europea y norteamericana, sin descuidar nunca el análisis de lo que se producía en nuestro país; y,
b) una permanente autocrítica de su ejercicio, del criterio que revela, a su vez, una consciencia de la complejidad, época en que nuevos lenguajes artísticos nacían y la mayoría de disciplinas científicas se someterían a una exhaustiva sospecha, cuando no a un replanteamiento completo de sus paradigmas.
Despliegue
La obra de Alfonso Carrasco puede ser analizada desde distintas perspectivas, algunas de ellas son las siguientes:
a) Cronológica, que nos permite establecer una secuencia temporal, esto es: desde 1967 cuando aparece su primer trabajo en la Revista El Guacamayo y la Serpiente, hasta 1987, cuando la misma revista publica Vox populi...,
b) Por la localización geográfica de los autores y escrituras que estudia: literatura cuencana, ecuatoriana y latinoamericana.
c) Por los géneros literarios analizados: lírica, narrativa y ensayo, que es precisamente el criterio que utiliza la primera publicación de su obra incompleta.
En atención a sus desarrollos y adhesiones teórico-metodológicas, a lo largo de una obra tan lúcida como pionera, signo y huella del devenir de la crítica literaria en el Ecuador y que además testimonia la función de las universidades en la formación humana y en la producción de conocimientos; porque Carrasco fue, ante todo y sobre todo, un académico que vivió a tiempo completo para la educación universitaria y no de ella. Una mente lúcida que aportó sin límite, quizás porque se sabía poseído de un don y una misión: una sensibilidad y una agudeza incomparables, que las puso al servicio de la búsqueda incansable del conocimiento; solo su temprana muerte interrumpió un proceso que tenía todo para alcanzar un vuelo mucho mayor.
Ya en su primer trabajo, El color en los «Sonetos a una rosa» del P. Juan Bautista Aguirre (1967), Alfonso Carrasco evidencia lo que sería una constante de su obra: junto al análisis del texto concreto, encontramos desarrollos teóricos que, en este caso, dejan ver sus coincidencias con Dámaso Alonso, por ejemplo, cuando define la naturaleza de la poesía. Así como su conocimiento de la Estilística Descriptiva, inspirada por el estructuralismo de Ferdinand de Saussure y desarrollada por Charles Bally. Y, más todavía, de la Estilística Genética o generativa, que prolonga la estilística del idealismo alemán y deriva de los aportes de Benedetto Croce.
Carrasco maneja con destreza y pertinencia las herramientas estilísticas de Dámaso Alonso y Amado Alonso, herederos de la tradición filológica de Ramón Menéndez Pidal, creadores de una “Estilística del individuo” o llamada también “Crítica Estilística” o “Ciencia de la Literatura”.
En los trabajos que analizamos, también pueden encontrarse elementos de la Estilística funcional o Estilística estructural, planteada por Eugenio Coseriu, quien aportó a la dicotomía de Saussure entre lengua y habla, el concepto de norma introdujo el papel operativo de la función poética propuesto por Roman Jakobson. El desvío de la norma como origen de la literalidad y al ser el estilo una desviación de una norma, es lo que expresa la dimensión creativa de la obra.
Tal presupuesto es común a Leo Spitzer, Amado Alonso, Dámaso Alonso, H. Hatzfeld, Carlos Bousono, etc., y reproduce toda una concepción del lenguaje que nace del poderoso árbol de la lingüística idealista del que la estilística se declara una rama. Conceptos como: intuición, unicidad se entienden si se relacionan con el modo dinámico y a la vez ampliamente individualista con que la estilística retoma la tradición de W. von Humboldt, las tesis estéticas de B. Croce y la perspectiva filológica de K. Vossler [Terracini, 1966: 72-81; Lazaro, 1980; Alvar, 1977], B. Croce, en su Estética [1902], identificaba los conceptos de arte y expresión y, por tanto, estética y lingüística”. (Pozuelos: 1994, 69-98)
En la obra de Carrasco, la influencia de Dámaso es visible, sobre todo cuando adopta su tesis de que cada poeta y cada poema necesitan una vía de interpretación distinta. “Esta tarea solo puede realizarse mediante la intuición. Si para Spitzer el problema último era el ser del autor manifestado a través de la obra, para Dámaso el problema capital es el misterio de la creación poética. En Amado Alonso, desaparecen las antinomias existentes entre la escuela de Bally y la de Vossler y Spitzer”. (De modo que), a criterio de Alicia Yllera, existe una doble estilística, una estilística de la lengua y una estilística del habla, entre la que es posible establecer un puente. Estilística estructural y funcional. (Yllera: 1986).
Hemos de señalar también que, en los primeros trabajos de Carrasco, hay referencias importantes a Leo Spitzer, “principal representante de la escuela idealista y su método del círculo filológico. Spitzer pensaba que los usos lingüísticos son un guía fiel y certero hacia la raíz psicológica, que está en el fondo tanto del impulso lingüístico como de la inspiración literaria de un autor. Spitzer fue el primero en intentar seriamente vincular la lingüística a la historia literaria, postulado básico de la estilística moderna”. (Yllera: 1986).
En 2 poemas (1973), a propósito de un excelente análisis de los poemas de Efraín Jara Idrovo, Carrasco se adhiere a la definición de poesía como un modo de conocimiento. Dialoga con Rene Wellek, teórico de la literatura norteamericana, sostiene que la poesía es “sustantivamente bella y adjetivamente verdadera”, mientras Carrasco afirma que “La poesía es, y fundamentalmente, una forma de conocimiento vital... un modo de conocer el Yo, más allá de los alcances de la ciencia sociológica... La poesía -y el arte- es también un proceso de creación de un sobre mundo que se superpone a este de la realidad sensible”.
Citemos unas reflexiones del propio Rene Wellek, para apreciar mejor los alcances de esta reflexión de Carrasco:
Los miembros del circulo (de Praga) aplicaron, en nuevos materiales, los métodos desarrollados por los rusos para el estudio literario, pero también trataron de darles una nueva formulación, más filosófica. Reemplazaron al término “formalismo” por el de “estructuralismo” que en inglés tiene sus propias dificultades y combinaron el enfoque exclusivamente formalista con los métodos sociológicos e ideológicos. El miembro más productivo de la escuela fue Jan Mukarovsky, quien no solo ha realizado brillantes estudios de varias obras individuales de poesía, de la historia de la métrica checa y de la dicción poética, sino que también ha teorizado interesantemente sobre la adaptación de la teoría formalista a toda una filosofía de las formas simbólicas, y en combinarla con un enfoque social que consideraría como una tensión dialéctica la relación entre la evolución literaria y social. Confío en que mi opinión no sea errónea, en virtud de los años que llevo como miembro del Circulo de Praga, si expreso mi convicción de que, en este, por la estrecha cooperación con la lingüística y con la filosofía moderna, se hallan los gérmenes de un fructífero desarrollo de los estudios literarios. (Wellek: 2008, 193)
La Segunda Guerra Mundial marcaría un auténtico corte en la labor del Círculo de Praga y en su influencia sobre la crítica literaria occidental. Autores eslavos en el mundo occidental, partiendo de las funciones del lenguaje de K. Biihler, habían desarrollado una teoría de la poesía que, posteriormente, recogería y completaría Jakobson, constituyendo la base de la poética europea en los últimos años. Jakobson había sido uno de los más activos componentes del formalismo ruso y del estructuralismo checo. (Yllera: 1986, 7)
En el mismo texto, Alfonso Carrasco utiliza también las teorías de Wolfang Kayser, cuando se refiere a los dos poemas en estudio como elementos de un “ciclo” abierto y concéntrico o partes de la “totalidad” del libro de Jara Idrovo El mundo de las evidencias.
Son textos que expresan las relaciones: Yo-Mundo-Tiempo, dice Carrasco, demostrando sus afirmaciones, apoyado por las herramientas de la estilística y hasta de la estadística; cuantifica el uso de sustantivos, verbos o adjetivos y define el estilo de Jara Idrovo, en Balada de la hija y la profundas evidencias, como un estilo “sustantival”; a ello suma el análisis del ritmo y la estructura internos; tono, construcciones paralelísticas, fenómenos fonéticos, entre otros, como recursos funcionales del poema que el poeta selecciona para producir belleza.
Con el estudio sobre Los Heraldos Negros de Cesar Vallejo, publicado en Cuenca en 1976, Carrasco demuestra la belleza de la obra por la pertinencia del escogimiento de “la forma versal más idónea para sus necesidades expresivas”; analiza y explica el uso del verso alejandrino, con la excepción de los v. 3-4 que son endecasílabos; la presencia de versos graves, lentos, escandidos, que se expresan sonoramente, a través de dos grupos melódicos dentro del grupo tonal o fónico del español, divididos por una pausa interna, que emanan de una angustia vivencial, una gran carga emotiva; estudia también otros recursos del poema como el encabalgamiento versal y su función: como puede verse en los segmentos 11 y 12, “una andadura estilística, serena, grave, es soporte perfecto del significado que nos manifiesta esa amargura fatalista...”. (Carrasco, 2008, p. 128-142)
En el análisis de Nueva Canción de Eurídice y Orfeo (1975), de Jorge Dávila Vásquez, Alfonso Carrasco se remite a los orígenes del mito en el mundo y la cultura griegos, que venera y practica “una maravillosa alegría de vivir”; examina las ilustraciones del poema, pertenecientes al artista Fabián Landívar Lara, señalando que “no están al servicio del poema, sino que forman con él un todo expresivo”; concepción que destaca la unidad de lo poético y lo visual. Desde el examen del tono y el ritmo de este poema, Carrasco llega hasta la rica tradición literaria universal que se extiende de Ovidio a Rilke, para precisar el aporte de Jorge Dávila al recrear la tragedia de este extraño dios; el nuevo Orfeo davidiano, dice el crítico, es distinto al del mito: escoge el camino de la vida y la entrega, antes que el de la auto supresión.
En torno a Las Cosas de Jorge Luis Borges (1977), basándose en la teoría de Ernst Robert Curtius, Carrasco plantea que este texto borgiano se inscribe en el uso de tópicos de origen griego y latino, que perviven en la Edad Media y logran su máxima vigencia en la poesía barroca. Se refiere al tópico de la angustia que provoca el contraste entre la fugacidad de la vida humana y la permanencia de las cosas. Analiza, entonces, la estructura externa e interna del poema, sus subdivisiones, basado en los métodos de Carmelo Bonet, Anderson Imbert, Vargas Llosa, Castagnino y Balbin, citados de memoria desde México, como si de viejos conocidos se tratara.
Al analizar las enumeraciones, sus amplificaciones, el ritmo de cantidad, recursos como el contrapunto, etc., Carrasco demuestra la intensidad de este drama tan humano: nuestra fugacidad y la extremidad de las cosas.
En el estudio sobre La Bimembración en Alturas de Machu Picchu (1975), que Pablo Neruda escribe en 1968, Carrasco utiliza herramientas de la estilística genética y sostiene, por ejemplo, que la bimembración del poema comunica sensaciones de equilibrio, y, demuestra, nada menos que, a sus 25 años, en diálogo con una de las mejores interpretaciones de la obra nerudiana, que también es posible transmitir la sensación contraria: “desequilibrio, desintegración, destrucción”. Con su tradicional modestia, afirma: “confirmamos la interpretación de Dámaso Alonso, solo damos otra faceta de la misma”. (Carrasco, 2008, p.173... 193)
En el estudio sobre Demetrio Aguilera Malta: Siete Lunas y Siete Serpientes (1972), Carrasco anuncia el nacimiento de “un nuevo tipo de narrativa ecuatoriana”, que nutre “el coro de la narrativa del llamado boom”, con la creación de un mundo mágico y mítico, aunque sea obra de viejo tema, pero se trata de una perspectiva nueva, dice el crítico. (Carrasco, 2008, p. 197... 206)
En Notas de divulgación sobre técnicas narrativas (1973), con una claridad y una didáctica envidiables, Carrasco aborda cuestiones sustantivas e indispensables para formar los lectores que demandaran las entonces nuevas y complejas novelas latinoamericanas que se inscribirán en la llamada corriente del boom latinoamericano; explica, con brillantez y amenidad, el carácter de la anticipación, las reminiscencias en la narrativa de García Márquez, especialmente en Cien años de soledad.
Con En una de estas te pasas al otro lado del espejo: el mono que quiere ser crítico pero se siente ridículo (1976), escrito en México, en 1976, y publicado en la Revista El Guacamayo y la Serpiente N° 2, Carrasco analiza las fábulas de Augusto Monterroso y desarrolla su propia concepción de crítica literaria, sus dudas, miedos y frustraciones; afirma y confirma la impotencia de las herramientas metodológicas ante las nuevas características de la obra que examina; siente que tambalean el edificio de la crítica y el oficio del crítico, evidente en expresiones suyas de marcado escepticismo ante los paradigmas científicos manejados hasta entonces, pero el crítico no renuncia a nuevas búsquedas con el apoyo de otras teorías y metodologías. Por ejemplo, al final de este texto, se refiere a la necesidad de completar sus análisis con las vinculaciones de la obra con su contexto, y llega al extremo de la angustia, cuando cree haber hecho el ridículo ante obra tan deslumbrante y huidiza.
La lucidez de Carrasco reconoce la insuficiencia del lenguaje racional y de los métodos tradicionales como herramientas para analizar el lenguaje poético, la experiencia estética y las nuevas escrituras que entonces emergían en Latinoamérica. Con sagacidad y olfato, se remitea las reflexiones de Carlos Monsiváis, estudioso de las culturas populares y autor de numerosos libros sobre muchas de sus facetas y de los procesos sociales y políticos que han impactado a su país desde los años 60. Monsiváis es de quienes comienzan a tejer un lenguaje interdisciplinar en las ciencias sociales, y quién como él para saberlo: estudiante de Economía y Filosofía y Letras, de profesión, periodista; cuando uno lo lee siente que está más cerca de la antropología, la sociología o la historia sin dejar de tener algo -o mucho- de economía o la literatura.
En Artemio Cruz: héroe trágico, publicado en la Revista El Guayacamayo y la Serpiente, N° 13, en 1976, Carrasco recurre al método de los “círculos filológicos” de Leo Spitzer, para ingresar al “centro” mismo de la obra, analizar y descubrir su “ley interna”, su “rasgo” o peculiaridad de “estilo”; desde el denominado “centro” devela las relaciones de los elementos que funcionan como una “estructura”. Vuelve nuevamente hacia al “centro” y así sucesivamente, hasta agotar la obra.
En este trabajo, el crítico estudia la estructura de la novela para determinar sus valores. Las referencias metodológicas del texto nos remiten a Eduardo Romano, quien observa que “(este) concepto (...) supone la presencia de una conciencia estructurante, de un sistema de relaciones característico en cada caso. La estructura es un modelo operativo para acceder al significado” (Carrasco, 2008, p. 250... 275).
Comparando el orden del relato con el orden cronológico de la realidad ficticia, Carrasco demuestra el paralelismo entre la historia de Artemio Cruz y la Historia del México revolucionario. Tiempo y espacio, como estructura del análisis novelístico, ritmos temporal y espacial, y nuevamente, los aportes de Wolfang Kayser para estudiar la construcción del personaje principal, la evolución de su carácter y la involución del yo; su pérdida de inocencia; la dimensión trágica del héroe; y emplea algunas nociones de Joseph Campbell y Erich Auerbach.
Formado en la tradición filológica alemana de Ernst Robert Curtius, Leo Spitzer y Karl Vossler, Erich Auerbach, cuya docencia en Pennsylvania, Princeton y Yale formó intelectuales tan agudos como Frederic Jameson (1934), influyó poderosamente en Carrasco, que sentía especial inclinación por su Mimesis, publicada en Berna en 1946, obra de cuyo cometido pensaba su propio autor que no era otro que: “siempre escribir historia”.
Auerbach consideraba que la realidad está representada en la literatura de varios periodos, que está íntimamente vinculada a las convenciones sociales e intelectuales del tiempo en que fueron escritas, y se consideraba a sí mismo como un perspectivista histórico de la tradición alemana, extrapolando características específicas de los géneros literarios, gramática, sintaxis y dicción, a cuestiones mucho más amplias de orden histórico y cultural.
Del estudio sobre Reunión de Julio Cortázar, escrito en México, en 1977 y publicado en Cuenca en 1980, destaquemos el desarrollo del concepto de Estética con que Carrasco explica el conjunto de valores que articulan la concepción de un escritor; un gran salto cualitativo en el desarrollo de la teoría y la metodología del crítico que, sin dejar de analizar las estructuras lingüísticas y narrativas, las técnicas del contrapunto, los recursos de la alegoría y la mitificación, define la obra literaria como producto de un complejo resultado de concepciones religiosas, filosóficas, políticas del escritor. Carrasco recurre al análisis de las concepciones del budismo zen para explicar una búsqueda mística del ser humano ante el caos del mundo y, en ese contexto, la importancia de la militancia política.
Al analizar la narrativa de Jorge Dávila, en 1980, define su carácter más relevante como un ciclo de relatos de ambiente, en el sentido balzaquiano del término; en base de un examen detallado de la estructuración del ciclo narrativo; el mundo o realidad de lo narrado y el estilo o la forma; Carrasco afirma que Dávila es un gran creador de ambientes y de un mundo de plenitud, pues, su barrio de San Rafael puede compararse con Macondo, Comala o Santa María.
En El ensayo y la crítica literaria ecuatoriana en la segunda mitad del siglo XX, ponencia presentada al I Encuentro de Literatura Ecuatoriana, celebrado en 1979 y publicada por la Revista Cultura del Banco Central, en Quito, en el mismo año, Carrasco construye una tipología de tales géneros, con importantes precisiones sobre su orientación y valor (Carrasco, 2008, p.205).
No vamos a resumirlos aquí; nos limitaremos, por ahora, a destacar las referencias teóricas del autor a Lucien Goldman, Ortega y Gasset, Lukács, Guillermo Araya, entre otros. Como puede verse, un corpus referencial consistente, riguroso y cada vez más amplio que confirma el espectro de lo que podría llamarse el “sutil eclecticismo” de la obra crítica de Carrasco.
Al teorizar sobre el ensayo, apoyado en reflexiones orteguianas, Carrasco lo define como literatura, filosofía y ciencia, en oposición al concepto de Lucien Goldman, quien le priva de su carácter científico. Luego de referirse al ensayo ideológico, histórico, literario y sociológico e incluso a sus más representativos cultores en el Ecuador de la primera mitad del siglo pasado, Carrasco valora la crítica y el ensayo sobre la literatura. Destaca la condición de la literatura como objetivo científico, lo cual constituye, a nuestro juicio, uno de los más relevantes aportes teóricos formulados, en esta área, en nuestro país.
En tanto objeto científico, la literatura puede ser analizada como puro fenómeno artístico, naturalmente siempre con el apoyo de la Teoría Literaria. Pero, en tanto estudio de obras concretas, su perspectiva tiene que ser diacrónica, con lo que apela a la historicidad de los cambios de la sensibilidad, de las interpretaciones de la obra literaria concreta, que demanda ser explicada y valorada, con lo que hemos colocado ya en los terrenos de la crítica literaria.
Carrasco lamenta la ausencia de reflexión en nuestro país sobre el fenómeno literario, a excepción de algunos “creadores que han expuesto ocasionalmente principios teóricos sobre su tarea. Algunos críticos, sostiene, se han visto obligados a fundamentar teóricamente sus apreciaciones. Pero casi siempre se trata de simple repetición de las teorías clásicas o foráneas. De aporte nada” (Carrasco, 2008, p. 209).
La crítica literaria a nivel mundial ha llegado a un estadio de desarrollo muy notable, decía Carrasco, al punto de que presenta un panorama “rico, complejo y confuso” (…) Sus tendencias, métodos, y metas son de una variedad enorme… es arte, es ciencia… porque el crítico es un auténtico creador… (Pero también), inexplicablemente, un vergonzante de la literatura (que) se niega a sí mismo y prefiere llamarse “investigador”, “científico”. Carrasco insiste con energía en este tema y reconoce que las únicas ciencias son la Teoría y la Historia de la Literatura; “los demás con críticos, es decir: literatos… (Pero) ello no implica que (…) a su modo y hasta cierto punto (sea) un “científico” (Carrasco, 2008, p.210).
Poniendo bajo sospecha la clasificación tríadica de la crítica formulada por Mario Vargas Llosa, a la que denomina elemental y equivocada, aunque útil, Carrasco acomete con un balance de sus avances en el Ecuador y plantea que la crítica clásica o impresionista posee un saldo más bien pobre, entre nosotros; la crítica científica, basada en los desarrollos del psicoanálisis, el marxismo, el estructuralismo, la semiótica literaria, el formalismo, el funcionalismo, etc., que es más bien reciente, surgida a fines de los años sesenta en el Ecuador, es una crítica que prioriza el plano lingüístico de la obra, aunque a veces la explica, pocas veces la valora; a juicio de Alfonso Carrasco, hubo dos “escuelas” de crítica literaria en el país, la de la PUCE, en Quito, y la de la Universidad de Cuenca. Finalmente, el autor analiza la crítica histórico-sociológica, cuyos frutos entonces eran muy escasos.
Sin embargo, aún no podía –ni puede- hablarse de profesionalización del crítico literario en el Ecuador; apenas se trata de un pasatiempo, a excepción de los ecuatorianos que ejercen la docencia en el exterior, dice Carrasco, pero es preciso diferenciar entre el papel del científico puro y del crítico; en efecto, el primero y el segundo deben manejar las mejores herramientas teóricas y metodológicas, pero solo alcanzará la cima quien valora, la obra estudiada.
En varios estudios, Carrasco se conecta con los aportes de Jean Cohen y su Estructura del lenguaje poético, que analiza la esencia del lenguaje poético, y se empeña en demostrar por qué y cómo el lenguaje se convierte en literatura y se diferencia del lenguaje científico. (Carrasco, 2008, p.213)
Carrasco critica con dureza la aplicación mecánica del método estadístico de Cohen a la obra de Dávila Andrade, como ocurrió en algún momento desafortunado en Ecuador, pues, al final, después de “ríos de tinta y cataratas de papel” lo único que demostró es que “Dávila si ha sido poeta” (sic).
Hemos de mencionar también las frecuentes conexiones de los trabajos de Carrasco con los de V. Propp, R. Barthes, Bremond, Todorov y más representantes del estructuralismo, que se proponen como meta explicar el fenómeno de narrar, o en última instancia, del crear. No solo que a Carrasco no le fueron ajenos los desarrollos de las teorías del formalismo ruso, el descubrimiento de la función poética por Roman Jakobson y la teoría del desvío, sino que los aplicaba con gran creatividad tanto en sus ensayos como en sus clases de Teoría de la Literatura y Crítica Literaria.
Carrasco cierra sus reflexiones con un hondo pesimismo, que en realidad es un profundo realismo, afirmando que el futuro de la crítica en el Ecuador no es halagador, a no ser que cambien “las circunstancias obstaculizantes”. (Carrasco, 2008, p.215)
En Estilo e ideología en el discurso populista, escrito en México, en 1976, y publicado por la Revista Pucara, en 1977, nos encontramos ante una importante contribución de Carrasco al estudio de la ideología de Velasco Ibarra; desde la materialidad de su discurso, aborda un campo casi inexplorado entre nosotros, aunque frecuente en las universidades europeas de la época; a nuestro criterio, este es otro salto cualitativo hacia una perspectiva interdisciplinar de análisis que nuestro autor viene buscando; Carrasco lamenta el vacío de esos análisis que se quedan en el texto y no miran su articulación al contexto y propone una tesis inédita en nuestro país: la metodología del análisis, dice, “parece que va surgiendo del cruce de varias disciplinas como Economía, Sociología, Lingüística Transformacional, no menos que Antropología, Psicología, Historia... y todo ello visto desde una perspectiva del materialismo histórico y dialéctico”. (Carrasco, 2008, p.192-193)
En Algunas notas sobre el estilo de Juan Montalvo, publicadas en El Guacamayo y la Serpiente N° 2, 1977, Carrasco nuevamente utiliza la metodología de Dámaso Alonso y Carlos Bousoño, buscando con afán superar ciertas interpretaciones “un poco gratuitas” que, sobre Montalvo, se habían escrito (Carrasco: 2008,194). Sin prejuicio alguno ni hipótesis a demostrar, Carrasco emprende en la tarea de determinar el “estilo” Montalván, desde el análisis de El Regenerador cuya la intención y tono son moralizantes. A juicio de Carrasco, Montalvo es “un gran artífice del estilo, un obrero... aunque... llega un momento en que estos lo dominan, lo hacen un esclavo y lo convierten en su mero fabricante de fórmulas estilísticas, dejando, consecuentemente de ser un estilista, un creador”. (Carrasco, 2008, p.203)
Coda: el legado de Carrasco a la crítica literaria ecuatoriana.
· La divisa que Alfonso Carrasco imprimió a su ejercicio del criterio es que cada obra demanda un enfoque, un método, que se elige en atención a sus propiedades sustantivas. Este sutil eclecticismo suyo se nutre de una multiplicidad de herramientas teóricas y metodológicas, escogidas en función de la naturaleza del objeto de estudio, lo que evidencia no solo su gran conocimiento del estado del arte de la disciplina que practicó sino también su gran agudeza para escoger la adecuada a cada obra; este eclecticismo suyo actuó como un verdadero escudo que le libró de todo dogmatismo, con lo que la contribución de Carrasco no le pertenece a una vertiente o escuela de pensamiento, sino que evidencia el devenir de la crítica literaria en el Ecuador, en un contexto de creciente mundialización de las ciencias humanas.
· Desarrollada en dos décadas de estudio, la obra de Carrasco, ahora publicada como conjunto y por primera vez, devela su propio proceso como el de la crítica literaria de ese periodo, esto es, su devenir por los cauces de la estilística, la poética, la semiótica; sus antecedentes en el idealismo y sus despliegues estructuralistas, desde Spitzer hasta Jakobson; sin olvidar los aportes del marxismo estructuralista de Althusser y el neo marxismo de Lukács.
· Además de la evidente contemporaneidad de sus análisis, nutridos por las mejores herramientas teóricas y metodológicas, Carrasco fue dueño de una extraordinaria capacidad hermenéutica, que produjo dos excelsos frutos:
a) la formación de lectores, y
b) la recreación de las obras analizadas, cuyos nuevos círculos concéntricos enriqueció con sus reflexiones filosóficas, históricas, políticas, etc. y una escritura cuyo estilo diáfano, preciso, riguroso fue también agradable y ameno.
· La combinación del rigor científico, la agudeza analítica y la creatividad produjo además un nuevo resultado: una valoración crítica que además alcanzo niveles de singular belleza. Carrasco fue coherente con sus concepciones y practicó el ejercicio del criterio como expresión de esa naturaleza analítica, valorativa y estética de la crítica literaria que en su momento teorizó.
· Alfonso Carrasco produjo teoría, en diálogo con los más destacados exponentes de las ciencias de la literatura de su tiempo; a veces excusándose, siempre con su modestia característica, hablando de aparentes introducciones o digresiones, pero en realidad, desarrollando fecundos aportes, demostró que es posible pensar, producir y actuar desde aquí, a condición de un cabal conocimiento de las teorías.
· La obra crítica de Carrasco inaugura en el Ecuador una evidente ruptura con las corrientes críticas mencionadas al inicio de este trabajo; supera totalmente la crítica impresionista; incorpora creativamente el uso de métodos científicos en la explicación del texto literario, como la estilística, la poética, la semiótica, la crítica sociológica, el neo marxismo e incluso la crítica histórico-sociológica. Lo singular del trayecto dibujado por la obra de Carrasco es la utilización de las herramientas en función de la naturaleza de las obras analizadas y, sobre todo, su permanente valoración.
· Carrasco fue un nómada en el desierto de la crítica literaria en el Ecuador y un inconforme con sus propios desarrollos; en la década de los años ochenta, anunció la necesidad de la inter y la transdisciplinariedad de la crítica literaria; hizo de su obra la expresión de una praxis que no se identificó con lo similar y su horizonte hermenéutico; el suyo fue más bien el anhelo de lo diferente.
BIBLIOGRAFÍA
Carrasco, A. (2008). El único puente posible. Obra Crítica. Ecuador, Cuenca: Universidad de Cuenca.
Moscoso, M (1993). Algunas reflexiones en tomo a la obra critica de Alfonso Carrasco Victimilla. En: La literatura ecuatoriana en las dos últimas décadas: 1970- 1990. Ecuador, Cuenca: Universidad de Cuenca, Casa de la Cultura, IV Encuentro de Literatura Alfonso Carrasco.
Pozuelos, J (1994). Curso de teoría de la literatura. En W. AA. Curso de Teoría de la Literatura. España, Madrid: Ed. Taurus.
Suarez, C. (1993). Comentario a la ponencia de María Eugenia Moscoso. En VV. AA. La literatura ecuatoriana de las dos últimas décadas: 1970-1990. Ecuador, Cuenca: Universidad de Cuenca, Casa de la Cultura, IV Encuentro sobre Literatura Alfonso Carrasco.
Wellek, R. (2008). Conceptos de crítica literaria. Venezuela, Caracas: Universidad Central de Venezuela.
Yllera, A. (1986). Estilística, poética y semiótica literaria. España, Madrid: Alianza Editorial.
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